viernes, 28 de enero de 2011

I. Intrade and Allegro aperto

Bien, debo partir aclarando que lo que viene ahora es una historia que comencé a escribir y que me gustaría compartir, eso nada mas.
Esta es la primera parte del capítulo I...


El flautista estaba sentado a la orilla del lago, sintiendo la quietud que inundaba el aire de ese atardecer, cuando el sol ya estaba apunto de ocultarse tras las montañas.

En ese ambiente de quietud Albert pensaba en el nuevo año que iba a comenzar en la Universidad.

Ese año, él iba a comenzar sus estudios de música en la Universität Für Musik und darstellende Kunst Wien, y debido a ello Albert estaba algo asustado, ya que había oído acerca de lo exigentes que eran los profesores de esa institución y que muchos estudiantes no eran capaces de pasar del primer año.

A pesar de todo esto, se sentía feliz dado que, su mayor sueño era el convertirse en un flautista profesional y de ese modo poder acceder a un puesto en la orquesta filarmónica de Viena.

Albert era un joven austriaco, de 18 años, de cabello rubio, ojos azules, de estatura promedio, era un joven austriaco normal, y por sobre todo amante de la música.

Desde pequeño su padre Thomas Schweitzer, le inculco la tradición musical familiar, y grande fue su alegría cuando logro dar con el instrumento para el cual “Al” (como solía llamarlo) tenía talento. De este modo Albert comenzó a estudiar flauta desde que era un niño.

El padre de Albert era profesor en la universidad a la que él asistiría, debido a ello, es que conocía a la perfección el nivel de exigencia al que se enfrentaría. En más de una ocasión había asistido a observar los exámenes de violín, en los que su padre calificaba a los nerviosos estudiantes. En aquel entonces Albert no podía entender el miedo que se reflejaba en el rostro de los violinistas, al momento de ingresar a rendir el examen, no podía comprender como podían temerle a su padre, siendo que él era un buen hombre y por sobre todo muy amable.

Observando por la ventana, ya de vuelta en su casa "Al" pensaba en esto mientras miraba el continuo ajetreo de las calles de Viena.

Había una gran diferencia, ahora, respecto a aquellos exámenes de violín de entonces, ahora Albert comprendía perfectamente el miedo que se vislumbraba en los rostros de aquellos aspirantes a violinistas, sólo le bastaba recordar su examen de admisión para la universidad. Entre el grupo de profesores que estaban evaluando a los aspirantes, se encontraba Viktor Hoffman.

Viktor era el mejor amigo de su padre, y un flautista de renombre. Solía visitar la casa de los Schweitzer a menudo, y conocía a Albert desde que era un bebé. Además había sido él quien le había enseñado todo lo que sabía sobre la flauta traversa.

Al lo recordaba como un hombre alegre y simpático, y lo tenía en alta estima. Así también Viktor quería a Albert como a un hijo-

El día del examen cuando Al entró en la sala para rendir su examen, primeramente sitió algo de alivio al ver el rostro de Viktor entre los examinadores, pero esa sensación se esfumó espontáneamente al observar la expresión rígida en el rostro de su maestro, Al podía presentir la mirada fija y seria que estaba clavada en él. En ese momento Albert sintió miedo. Luego el mismo Viktor le preguntó:

¿Su nombre? — con un tono seco en su voz

Al pensó que no tenía sentido que fuese él quien le preguntara su nombre, sin embargo respondió:

—Albert Schweitzer — dijo con voz vacilante

Y los profesores comenzaron a escribir en las hojas que tenían sobre sus escritorios. Luego Viktor continuó:

¿qué pieza va a interpretar?

El primer movimiento , Vivace, de la sonata en fa mayor de Georg Philipp Telemann — respondió Albert

Y los profesores siguieron escribiendo, mientras Albert se situó detrás del atril y comenzó a ordenar sus partituras.

Estaba realmente nervioso, aquel atril le parecía ahora un instrumento de tortura, y la mirada tosca de Viktor le ponía aun más nervioso, sólo la flauta que sostenía en ese momento en sus manos le daba algo de seguridad. El profesor dijo:

Empieza cuando quieras — sin cambiar en nada el tono de su voz.

Y Albert comenzó a tocar.

Albert fue leyendo cada nota de la partitura con fluidez, hasta llegar a la doble barra final. Luego de ello sólo se sintió el silencio dentro de la sala, al cual se sumó el sonido que hacían los examinadores al escribir sus anotaciones.

Sal un momento — dijo Viktor Hoffman — te llamaremos en un par de minutos para la segunda parte del examen.

Luego de eso Albert tomó sus partituras y salió de la sala.